...usted ha de resucitarse.
Ha de morirse ahora,
ha de matarse para él.
Mastique su sombra con su cabeza.
Piense.
Espante la cabra enferma que camina,
medio dormida, en el corral de su mente.
Cabalgue cansada sobre la posibilidad de que,
de usted, haya muerto él.
Y ahora nombre tranquila
a los seres que de nadie son,
a los seres que de nadie son,
a los invisibles,
y a los que nunca nadie reclamará: