Visitas:

domingo, 27 de septiembre de 2015

Loca




(Descomienzos)

Me estaré pariendo toda la vida.
Me estaré quemando toda la vida.

Vagabunda




(Descomienzos)

Tragué moscas;
Miseria y misterio;
Un pájaro muerto;
Una marca de un golpe en el cráneo;
Días y días de lluvia.
Y un pensamiento que no aporta nada:

Inaugurar el amor con un beso 
es puro protocolo.

Desquiciada.


(Descomienzos)


Escuche su silencio. 
Estruje su silencio.
Reviente en su silencio.

Muérase de silencio.

sábado, 22 de agosto de 2015

"I am unusually sensitive and paranoid"


Me tomé con fuerza,
con la fuerza necesaria para asfixiar un pájaro,
para  reventarlo.

Y me solté con  pena,
con la desesperación que me da la idea de matar sin querer.


sábado, 15 de agosto de 2015

Para salvarse del espanto. (Sudaka)



Diga palabras salvajes.
Arme con ello una balsa
apagada de magia,
que no la lleve a ninguna parte.

También diga que está muerta.
Hará con eso germinar la vida,
con la fuerza desproporcionada
que le propinan a ésta los finales

Y diga que está triste, que va sola,
que le arde cada átomo de usted que la persigue
(Y eso dígalo porque está de moda ser feliz).

Por último, deje la balsa. Y nade.
Nade silencio adentro.
Y no tema:
su grito espantará a quienes quieran espantarla.

martes, 12 de mayo de 2015

El terror y la infancia.



Afuera padres maullan perdidos por los tejados;
Al lado, hermanos chiflados incendian rabiosos las cortinas;
Abajo, jóvenes madres, sentadas sobre la vida roída, le planchar a su pequeña historia las arrugas.

Patios completos de infancia, sapos, gatos que vuelan.
Abuelas que se queman crudas. No tejen, tampoco cocinan.
Patas de perro adoloridas, pisan la noche del invierno descalzo.
Muñecas. Mejillas sucias y melena de bichos bolita, anidan la demencia infantil.

De noche, solo en la cama, medio metro de miedo.
Las paredes pintadas de frío, de gritos.
El suelo helado jadea. Agazapado espera:
marea de escalofríos se tragará al primero que baje de la cama descalzo.

El insomnio de los brujos trastorna. Olfatea ojos abiertos de niños seriamente encantados. 

Presa angustiosa del sadismo,
el niño abraza la almohada que se enciende amarilla, como la ventana en la tormenta. Se toma por debajo de ella las manos descamadas de uñas mordidas.

Con miedo, en calma, un dios que el niño no conocía, abraza su cabeza viva. Y le cierra los ojos a las narices de los brujos...
Hasta la mañana de próximo día.