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martes, 12 de mayo de 2015

El terror y la infancia.



Afuera padres maullan perdidos por los tejados;
Al lado, hermanos chiflados incendian rabiosos las cortinas;
Abajo, jóvenes madres, sentadas sobre la vida roída, le planchar a su pequeña historia las arrugas.

Patios completos de infancia, sapos, gatos que vuelan.
Abuelas que se queman crudas. No tejen, tampoco cocinan.
Patas de perro adoloridas, pisan la noche del invierno descalzo.
Muñecas. Mejillas sucias y melena de bichos bolita, anidan la demencia infantil.

De noche, solo en la cama, medio metro de miedo.
Las paredes pintadas de frío, de gritos.
El suelo helado jadea. Agazapado espera:
marea de escalofríos se tragará al primero que baje de la cama descalzo.

El insomnio de los brujos trastorna. Olfatea ojos abiertos de niños seriamente encantados. 

Presa angustiosa del sadismo,
el niño abraza la almohada que se enciende amarilla, como la ventana en la tormenta. Se toma por debajo de ella las manos descamadas de uñas mordidas.

Con miedo, en calma, un dios que el niño no conocía, abraza su cabeza viva. Y le cierra los ojos a las narices de los brujos...
Hasta la mañana de próximo día.